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Misterios de Argail: El abandonado “Hotel Colonia Puig”. Hospital de sangre en la Guerra Civil.

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Basado en hechos reales:


Reflexión:

Antes de soltar el rollo y explicar los entresijos de este lugar dejado a la mano de "God”, no quería dejarme sin apostillar que en cada salida intento nutrirme por la red sobre el pasado, presente y futuro del sitio a donde me voy a ensuciar los pantalones. Y en cada blog visitado se coincide que al ser un edificio bastante bien comunicado, el deterioro perpetrado por el humano es bastante notable. Detalle curioso es que en el comedor del hotel se encontraba un piano de aquella época; y lo más curioso es que en las fotos que habían realizado estos “bloggers”  sobre este instrumento musical, se puede observar como progresivamente el piano se va haciendo cada vez más pequeñito a causa del robo progresivo que ha sufrido el lugar. He señalado el piano como ejemplo, pero también se han agenciado del hotel: el cartel de la entrada, los porticones de las ventanas, sillas, mesas, váters, lavabos, armarios, las barandillas de las escaleras, teléfonos y hasta un cartelito de “No fumar” seguramente reciclado después de la ley.


Graffiti del lugar con cierta gracia "Red Rum"
Uno cuando visita estos inhóspitos emplazamientos llega a tolerar el hallazgo de todo tipo de graffitis con más o menos gracia o los bocetos preWashup tipo “tequieroJenny, tumorenito17”. También uno llega a asimilar el encontrarse por la zona restos de bebidas alcohólicas, ropas, profilácticos de sabores o mendigos que chocan contra una pared repetidamente como un videojuego 2D. No importa. Pero este tipo de hurtos antes mencionados no son perpetrados por estos jóvenes sino por otro colectivo que a su paso deja pruebas visibles y evidentes. Llegaron a tapiar las entradas delanteras con el fin de evitar el intrusismo masivo pero es que al día siguiente chorizaron hasta las “tapias”. Bueno… un chiste.


Restos de pelar cable de cobre en el lateral del hotel.
Esta afirmación no tiene tintes xenófobos, sólo faltaría, estoy en la montaña de Montserrat donde veneramos a una virgen negra (La Moreneta). Tampoco puedo negar que entre todos los objetos expuestos tenía el anhelo de hallar el piano pero en su lugar me encontré un mojón tan grande como el monte Fuji. Aún así, aparte de que el lugar es inmenso y lo hace muy atractivo, encontramos varios documentos bastante interesantes que como no se pueden vender, este colectivo me los dejó ahí para que yo les echara un vistazo.

Hacia el desértico “Hotel Colonia Puig”:

Después de viajar 127 paradas en transporte público, nos apeamos en el bonito pueblo de Monistrol de Montserrat, muy acogedor y territorio no esquivo al frío que provocaba que el simple gesto de ir orinar te abriera una grieta en los nudillos (real). Ante el esplendor del paisaje, me quedé con esta sorprendente imagen.


Aparato TDT adherido a una antena dirigida estratégicamente hacia el satélite.
Llegamos a un campo de fútbol y en el camino nos encontramos a un individuo cortando leña y con el rostro cubierto. El hombre dejó su hacha para observarnos y pensé que no íbamos a salir del pueblo, al menos con las dos piernas. Entre pisotones y empujones por el miedo al monistrolenco “Leatherface”, encauzamos la carretera BP1121 yendo al Sur, cuando debíamos ir hacia el norte. Perderse es una característica esencial del buen explorador.


Vista de Montserrat desde Monistrol.
Metiendo mano a las faldas de Montserrat y sin dejar de ver su enigmático Monasterio (sólo el monasterio, los alrededores  son como el Corte Inglés en Navidad), pasamos por debajo del turístico cremallera de Montserrat, que es una especie de “monorraíl de los Simpsons” que viaja desde la montaña hasta el pueblo (y viceversa) y que para no morir en el trayecto, la característica principal de estos trenes es que se incluye un tercer riel dentado en la vía.




Nos encontramos con cierto cartel del cremallera muy curioso y observamos que desde tiempos inmemoriales ha existido el llamado Guardabarreras y el perro de la casilla. Según citan, en un punto del trayecto, cuando pasaba el tren cremallera, el señor guardabarreras ordenaba a su can que se pusiera a dos patas y con este gesto arrancaba la ovación de los pasajeros. Como se observa en el cartel, se recogen las instantáneas de esta broma desde el 1898 hasta el 1960. Si uno se fija verá que a partir del año 1955 se vislumbra el tinte comercial del asunto con el “slogan” Licor Calisay en la plataforma del perro. 








Este licor Calisay era la típica bebida digestiva o mejor dicho aquella clásica bebida con el siguiente adjetivo calificativo: “esto es pa bajar”. No quiero dejarme que el licor Calisay fue un baluarte de Cataluña como lo es por ejemplo el Cacaolat y las dos bebidas fueron vendidas a Nueva Rumasa estando a punto de irse a la mierda. Así vamos. Y llegamos al Hotel!!



Historia del Hotel Colonia Puig:

El señor Puig adquiere el solar "Masia de la Creu" para construir el hotel alrededor del año 1912, lo que situamos su primera inauguración entre el 1912 y el 1918, y no en la década de los 30 como afirmaban algunos bloggers. ¿Y porqué hasta el 1918? Porque el famoso anarquista español Juan García Oliver cuenta en su “biopic” hecho en papel, titulado El Eco de sus pasos, que fue contratado de camarero en dicho hotel ese mismo año siendo esta anécdota una de las ínfimas muestras escritas que hay sobre este lugar. Añadir que este señor creó el grupo Los Solidarios que luchaba por el proletariado y se le adjudicaron varios asesinatos entre políticos y empresaUrios. 
Masia de la Creu.

Volviendo al dueño del hotel, se insinúa que el señor Puig era muy amiguete de Alejandro Lerroux que fue presidente de la 2ª República española durante un “largo” período de tiempo… un mes en el año 1933. Y se dice que la cúpula del partido republicano radical que Lerroux encabezaba ayudó a sufragar los gastos de la construcción del Hotel al Sr. Puig. Como se observa el desvío de fondos tiene muchos años.


El Hotel está situado delante del Monasterio de Sant Benet que está formado por una congregación de monjas de dos comunidades distintas (Sant Benet de Mataró i Santa Clara de Barcelona), y como pasa en todas las casas, estas monjas tienen enterradas en su monasterio a las creadoras de su orden. Welcome to the yuyu.
El Hotel Colonia Puig, que disfrutaba de tres pisos, se hizo muy popular por su tranquila ubicación y pronto se transformó en una posada de “alto copete” donde disponía de habitaciones a 3,50 pesetas y pensiones a 15 pesetas, lo que son ahora 0,09 € y que se ve que en aquella época era todo un pastizal. No dejan de ser curiosos los detalles del cartel como los cinco dígitos del número de teléfono o la posesión, por parte del hotel, de una flota de autocares marca Hispano Suiza que trasladaba a sus comensales.





Pero todo ese lujo cambió en el 1936 cuando estalló la guerra civil. El Hotel Colonia Puig pasa a manos del gobierno militar y se adecua para convertirlo en un hospital de sangre. El Hotel pasa de ser un emplazamiento de relax a transformarse en un hospital provisional repleto de heridos, amputados y combatientes a punto de fallecer. Pensad que los aviones Stukas alemanes prestados a los franquistas dieron mucha caña por aquella zona y el pueblo el cual hacía broma en el prólogo, Monistrol de Montserrat, el 25 de enero del 1939 fue destruido completamente a bombazos llevando a la muerte mucha población civil.



Uno de los ilustres heridos que sanó en este hotel “hospital” fue Alejandro Finisterre (1919-2007), el gran creador del futbolín. En Madrid quedó sepultado por un ataque franquista acabando gravemente herido; lo trasladaron a Valencia y viendo que necesitaba una estancia más larga por problemas respiratorios lo llevaron al Hotel Colonia Puig. Pasó su estancia ayudando a una enfermera a pasar las páginas de las partituras mientras esta tocaba el piano. Sí, aquel piano que hubiera encontrado si no hubiera sido destruido, quemado y vendido a algún chatarrero. Finisterre quedó cojo por las heridas y su pasión por el fútbol y el tenis de mesa, originó que en el mismo Hotel y con la ayuda de un carpintero de Monistrol de Montserrat, ideara el futbolín.



Al acabar la guerra, el hotel volvió a funcionar quedando constancia que en el 1955 se celebró un gran banquete para conmemorar el décimo aniversario de la marca de motocicletas “Montesa”, donde también se invitó a todo el personal de la empresa a visitar Montserrat pero a pie, sin moto.
La fecha de su clausura no es muy concreta ya que encontramos fuentes que señalan que el hotel cerró en el año 1968 y otras que aseguran que fue clausurado por la década de los 80. En mi búsqueda entre las heces de rata y demás roedores, encontré una especie de recibo que fechaba en 1989, motivo que sustenta la segunda teoría.



Dentro del Hotel:

Al llegar al hotel, sin poder identificarlo correctamente porque nuestros amigos se habían llevado hasta el cartel, empecé a observar por las ventanas desde el exterior. Por mis espaldas aprecié la presencia de dos guiris con tintes “perroflautas” que al percatarse de mi interés por el hotel, me preguntaron si iba a okupar el edificio, a lo que les respondí que sí, que los pisos estaban muy caros. La risa estúpida de las dos chicas respecto a mi imbécil respuesta fue la antesala a la trepidante incursión al hotel.
La entrada delantera era infranqueable por lo que tuvimos que entrar al recinto por los alrededores. Como veis en la siguiente instantánea las medidas de seguridad eran peligrosas, lástima que la puerta estaba abierta.



Aún así con la puerta abierta, decidimos entrar por una ventana que daba al comedor principal donde a lo alto se mostraba una especie de palco que seguramente estaba destinado a los personajes más ilustres. Actualmente, estoy seguro que ese palco conecta y te baja directamente al comedor como resultado del derrumbe.


Ahora
Antes

Bajando unas escaleras llegas a la inmensa cocina y dadas las dos aperturas donde se vislumbraba penumbra detrás de ellas, dejé mi hombría a un lado y fui a buscar a mis dos compañeros para que fueran delante de mí y así, si sucedía algo espantoso seguramente yo podría tener más tiempo para escapar. Supervivencia. Añadir que cuando entramos en el hotel nos armamos con el palo típico de trekking en lo alto por si había algún caminante por la zona ya que en las últimas fotos vistas, identificamos que podría pernoctar alguien dentro del recinto.


Seguimos por la cocina hasta llegar a los típicos estantes donde se guardaban los alimentos del restaurante; y en el vídeo se observa una botella vacía de Coca Cola que se me pasó por alto y no pude comprobar de que año era (seguro que era de ayer). Siguiendo el pasillo, pisando maderas caídas y siendo arañados por todo tipo de hierros en punta facilitando la entrada del tétanos, llegamos a un diáfano patio donde se podían observar los dos pisos de arriba, una especie de túnel y un agujero sin fondo que seguramente si dejabas caer una moneda a lo "El chico de oro" podrías encontrarla en el mismo suelo de Pekín.




Después de visitar el túnel que no tenía “ni chicha ni limoná”, recorrí los dos pisos donde antiguamente se situaban las lujosas habitaciones y que en algún momento fueron la última visión de aquellos soldados republicanos. En las instancias encontramos un par de sillas rotas de la época, un lavadero donde nuestras abuelas fregaban a mano y una chimenea. Sin duda yendo por los pisos superiores te juegas un poco el físico y como peses más de 70 kg, lo tienes un poco difícil; pero lo bueno estaba por esperar.


El túnel sin luz al fondo.

Aparecimos en una especie de patio donde nos topamos con una entrada minúscula que daba a un lúgubre y oscuro desván. Al no estar muy alto el lugar tuve que ir agazapado por el inmenso desván y usar la linterna. Me recorrí la estancia cagado de miedo por si en un enfoque de estos rápidos con la linterna veía algo extraño o me saltaba alguna cosa a la cara rollo “Alien”. Encontré las cartas de Menú de aquellos tiempos y hallé las antiguas cabeceras de cama hechas de madera que supongo que gracias a la poca maniobrabilidad del desván, los vándalos no pudieron llevárselas.





Me fui en solitario a grabar por los alrededores y en un golpe de viento (espero) giró de golpe uno de los porticones de las ventanas haciendo un ruido espantoso. Esto me propició un amago de infarto seguido de la típica sonrisilla de “aquí no ha pasado nada” y desembocó en un acelerón en mi paso. Al llegar otra vez al comedor nos pusimos a rebuscar en una pila de papeles a ver si encontrábamos algo interesante. Se localizó un par de postales de cuando el Papa Juan Pablo II visitó el monasterio de Montserrat en el 1982, sólo cuatro años después de ser Papa. También nos topamos con un recibo, la tarjeta típica de hotel con la habitación donde se indicaban los teléfonos 8350026 (restaurante) y 8350268 (Hotel) y una factura del 27 de junio de algún año de la década de los 70, donde el Sr.M. Rafa se gastó 1.026 pesetas en la habitación y 2.790 pesetas en el bar. Este seguro que iba a desconectar.




Pero lo más curioso es que encontramos un documento llamado “Impreso de Remesa” emitido por una empresa rara (y vigente) llamada Diners Club. Ese Impreso de remesa fueron las primeras tarjetas de crédito que se crearon inicialmente para que los norteamericanos pudieran gastarse la pasta en España y eran muy pocos los establecimientos que aceptaban este tipo de pago. Por este motivo se da entender que este hotel era bastante potente ya que tenías que tener una cierta confianza con el cliente cuando los servicios del hotel se pagaban a través de una tarjeta de cartón. He aquí el impreso y desconozco el año de emisión pero tiene que estar entre el 1954 y la década de los 80.



Dejando atrás el hotel y con la sensación de decepción ya que esperaba haber encontrado trolls, ovnis, psicofonías a tutiplén y expedientes Warren’s por la zona, seguimos por el norte hasta llegar al pueblo de Sant Cristòfol que según su censo habitan 48 personas. Nosotros vimos dos.
Lo que tiene noviembre es que oscurece pronto y otra vez nos volvió a coger la noche en medio de la carretera. Realmente es muy divertido el hecho de lanzarse hacia un lado de la carretera cuando ves venir a un coche; y más por el parque natural de Montserrat, donde lanzarse hacia un lado con la oscuridad prominente puede originar el riesgo de que te caigas 50 metros hacia abajo. Y ya por fin llegamos a la fantasmagórica estación de ferrocarriles de Castellbell i el Vilar. Una estación tétrica que disponía solamente de una vía, no se contemplaba ninguna persona en el andén y no había posibilidad de adquirir billete (si es que había alguna intención).




Aprovecho para agradecer a la joven de la parada de Mataró que en un acto de solidaridad y seguramente al ver el ridículo que hacíamos yendo de una máquina a otra, nos ofreció su tarjeta para que pudiéramos salir de la estación. En Cataluña si no pagas, estás atrapado.

PD: Las fotos actuales y el vídeo son de cosecha propia. Las fotografías viejunas son hurtadas por la web.


Hotel Colonia Puig en Montserrat from Soytutioargail on Vimeo.

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